Recientemente una persona muy especial tuvo un gran detalle con mi esposa y conmigo.
Muchos dirán que es simplemente una figura decorativa, pero es mucho más que eso. Es un recuerdo especial y único que nos acompañará décadas en el porvenir de nuestra nueva casa.
Cada vez que lo miro recuerdo a esa persona (y a su familia) con mucho cariño.
Reflexionando esto, he pensado: ¿no es esto acaso un perfecto ejemplo de armonía? ¿No es a esto a lo que deberíamos aspirar todos los que seguimos las sendas de una tradición monástica?